Rutilio Grande: Mártir de la evangelización campesina
Pbro. Rigoberto Beltrán Vargas, Colaborador del Periódico Digital “El Ciudadano”.
Casi 35 años después de su martirio, la labor de Rutilio Grande es reconocida por la Iglesia Católica con su beatificación. El Vaticano dijo que con la beatificación, el Papa Francisco deseaba rendir homenaje a la Iglesia Latinoamericana que está comprometida con la defensa de los pobres y contra las injusticias sociales.
El Salvador está de fiesta por la beatificación de sus mártires, los sacerdotes Rutilio Grande, Manuel Solorzano (72 años), el joven Nelson Lemus (15 años) y el sacerdote italiano Cosme Spessotto el 22 de enero pasado. Todos fueron asesinados por los paramilitares llamados “escuadrones de la muerte”.
En “El Paisnal”, parroquia del padre Rutilio, el templo lucía preparado para la fiesta, los asistentes abarrotaron el lugar, mientras el padre “Tilo”, como lo llamaban los campesinos, fue emboscado por un grupo de hombres armados quienes dispararon contra el “zafari” y sus pasajeros. El auto volcó y en su interior quedaron tres cuerpos sin vida. El reporte forense afirma que el padre Grande recibió doce balazos.
Rutilio inspirado en el Vaticano II en Evangelli Nuntiandi y en Medellín trabajó para construir una Iglesia que fuera verdaderamente un pueblo de Dios, según la definición conciliar. El primer paso era reunir al pueblo, porque sin pueblo no hay pueblo de Dios. La población salvadoreña no era pueblo. La opresión la había sometido y el egoísmo la mantenía dividida y dispersa.
En Aguilares, Rutilio y su equipo misionero comenzaron la construcción de una Iglesia conformada por comunidades vivas. El punto de partida de su trabajo en equipo fue la realidad parroquial. En diálogo permanente con ella se dejó cuestionar, presionar y llamar a la conversión de un día y otro día.
La primera tarea del equipo consistió en evangelizar la religiosidad popular, es decir, reemplazar la pastoral mágica por la dinámica de la palabra de Dios y predicar el evangelio como liberación del ser humano. Había que bajar el evangelio a la tierra para crear comunidad, según el plan de Dios, sin opresores, ni oprimidos. En la misma línea de Jesús, Rutilio denunció al explotador e hizo conciencia en el explotado de su dignidad y de sus derechos. Al primero lo llamó a la conversión y al segundo le dio la palabra, que durante tanto tiempo le habían negado, entonces, los campesinos descubrieron que tenían algo que decir y también algo importante que hacer. Rutilio los invitó a asumir su responsabilidad cristiana en la transformación de la sociedad. El hombre y la mujer nuevos y libres surgirían a lo largo del proceso de transformación personal y comunitaria.
De esta manera, se fueron formando comunidades cristianas dinámicas, proféticas y autónomas de las cuales surgieron los agentes de pastoral. La parroquia de Aguilares enfatizó la predicación del evangelio y la conversión.
Su predicación se caracterizó por mirar a Dios y, desde Dios, mirar al prójimo como hermano y por invitar a organizar la vida según el corazón de Dios, lo cual debía traducirse en compromisos concretos y, sobre todo, en una motivación de amor, de amor fraternal. Y es que el cristiano no puede olvidarse de la miseria que lo rodea, no puede hacerlo, porque la palabra de Dios debe encarnarse en la realidad para salvarla desde adentro, es el misterio de la encarnación. Pero al encarnarse en la historia humana, la palabra de Dios adquiere una dimensión social inevitable. Por tanto, la salvación incluye la liberación política, pero va más allá porque espera la llegada del Reino de Dios, ya presente en la acción transformadora.
Esta opción del padre Rutilio por los pobres y su liberación marcó su muerte, fue una inspiración de amor.
El sacerdote jesuita Rutilio Grande García
El Arzobispo Oscar Arnulfo, izquierda, y Rutilio Grande, derecha